Hotel, triste hotel.
Un
pequeño hotel junto a una gran carretera. Una salida para el sólo, ¿Cómo se ha
podido abandonar algo así? La respuesta es sencilla: salía más barato hacer una
versión 2.0 al otro lado de la carretera.
De
modo que este pequeñín se quedó cerrado abandonado y triste mientras que su
hermano mayor surgía grande, fuerte, con
viajeros y coches parando para comer y dormir. El pequeñajo estuvo mucho tiempo
cerrado y olvidado. Había pasado por delante tantas veces que ya casi ni le
prestaba atención, hasta que un buen día me pareció ver unas pintadas que no
estaban antes y una puerta abierta. La siguiente vez que pasé observé con más
atención. No había lugar a dudas, la puerta estaba abierta.
Apunte
mental para verlo algún día con tiempo antes de que revienten el lugar, que
suele ser lo más habitual. Sorprendentemente un par de meses después el sitio
seguía igual que lo recordaba, así que cámara en ristre y trípode al hombro fui
a echarle un vistazo.
Lo
que más me desilusionó fue ver que las zonas comunes, en un edificio distinto a
donde estaban las habitaciones, estaban totalmente desmanteladas. Probablemente
los dueños aprovecharon todo el mobiliario y equipamiento en el nuevo hotel, de
modo que apenas quedaba algo más que un par de habitaciones vacías.
Por
suerte la zona de las habitaciones contrastaba notoriamente con el vacío de la
otra zona. Prácticamente todas las habitaciones se encontraban atestadas de
viejos muebles.
Sorprendentemente
no se veían destrozos ni pintadas en el interior. Los muebles estaban muy
estropeados y cubiertos con esa pátina de polvo que el tiempo se encarga de
pintar, pero no parecía que nadie se hubiera dedicado a destrozar cosas, como
suele ser habitual.
Por
desgracia para mi quedó meridianamente claro que este había sido un “abandono
ordenado”. Camas, colchones y demás mobiliario había sido concienzudamente
desmontado y almacenado de manera más o menos ordenada en las distintas
habitaciones.
Donde
si se veían signos de vandalismo era en los cristales. Muchos de ellos estaban
rotos, probablemente porque el lugar ha aguantado cerrado durante mucho tiempo
y los destrozos se habían limitado a ventanas exteriores, protegidas por rejas.
Encontré
alguna cosa curiosa y bastante inexplicable, como estas cartulinas redondas con
números de casi un metro de diámetro. Estaban en una zona que parecí algún tipo
de almacén, con armarios al fondo.
El
sitio en general tenía un adorable aspecto de eso que ahora llaman “vintage”.
Sólo por las moquetas antiguas y el papel pintado ya valía la pena andar
haciendo fotos por allí, y eso que el hotel era realmente pequeñito, con apenas
una decena de habitaciones.
También
encontré los restos de los adornos, como este montón de cuadros apilados al
fondo de un pasillo. Resultaba curioso verlos allí, un poco en medio de todo,
cuando el resto de mobiliario estaba en las habitaciones.
Probablemente
esta es la imagen más nostálgica. No es la mejor ni mucho menos, sobre todo
porque el cuarto se encontraba atestado de muebles desmontados y normalmente no
tengo ni tiempo ni ganas de andar moviendo las cosas de sitio, pero podía irme
de allí sin sacarle una foto. Qué tiempos aquellos en que las copas “import”
costaban 650 pesetas (algo menos de 4.2€).
Lo
más probable es que cuando vuelva a pasar por allí hayan terminado por arrasar
el lugar, o, con más suerte, los dueños decidan tapiar los accesos
y acabe convertido un una especie de cápsula del tiempo, al menos hasta
que el tiempo haga su trabajo y las tejas se las lleve una tormenta y los
tejados se vengan abajo…. O tal vez lo se venda o se rehabilite como hotel “histórico”,
puestos a soñar.
Mientras
tanto seguirá esperando tranquilamente, animado por el único resquicio de vida
que aún le queda: el letrero de HOTEL aún se ilumina por las noches invitando a
los viajeros cansados a pasar la noche… En el nuevo hotel al otro lado de la
carretera.