18.6.12

Hotel, triste hotel.


Un pequeño hotel junto a una gran carretera. Una salida para el sólo, ¿Cómo se ha podido abandonar algo así? La respuesta es sencilla: salía más barato hacer una versión 2.0 al otro lado de la carretera.

De modo que este pequeñín se quedó cerrado abandonado y triste mientras que su hermano mayor  surgía grande, fuerte, con viajeros y coches parando para comer y dormir. El pequeñajo estuvo mucho tiempo cerrado y olvidado. Había pasado por delante tantas veces que ya casi ni le prestaba atención, hasta que un buen día me pareció ver unas pintadas que no estaban antes y una puerta abierta. La siguiente vez que pasé observé con más atención. No había lugar a dudas, la puerta estaba abierta.

Apunte mental para verlo algún día con tiempo antes de que revienten el lugar, que suele ser lo más habitual. Sorprendentemente un par de meses después el sitio seguía igual que lo recordaba, así que cámara en ristre y trípode al hombro fui a echarle un vistazo.

Lo que más me desilusionó fue ver que las zonas comunes, en un edificio distinto a donde estaban las habitaciones, estaban totalmente desmanteladas. Probablemente los dueños aprovecharon todo el mobiliario y equipamiento en el nuevo hotel, de modo que apenas quedaba algo más que un par de habitaciones vacías.

Por suerte la zona de las habitaciones contrastaba notoriamente con el vacío de la otra zona. Prácticamente todas las habitaciones se encontraban atestadas de viejos muebles.


Sorprendentemente no se veían destrozos ni pintadas en el interior. Los muebles estaban  muy estropeados y cubiertos con esa pátina de polvo que el tiempo se encarga de pintar, pero no parecía que nadie se hubiera dedicado a destrozar cosas, como suele ser habitual.


Por desgracia para mi quedó meridianamente claro que este había sido un “abandono ordenado”. Camas, colchones y demás mobiliario había sido concienzudamente desmontado y almacenado de manera más o menos ordenada en las distintas habitaciones. 


Donde si se veían signos de vandalismo era en los cristales. Muchos de ellos estaban rotos, probablemente porque el lugar ha aguantado cerrado durante mucho tiempo y los destrozos se habían limitado a ventanas exteriores, protegidas por rejas.




Encontré alguna cosa curiosa y bastante inexplicable, como estas cartulinas redondas con números de casi un metro de diámetro. Estaban en una zona que parecí algún tipo de almacén, con armarios al fondo.


El sitio en general tenía un adorable aspecto de eso que ahora llaman “vintage”. Sólo por las moquetas antiguas y el papel pintado ya valía la pena andar haciendo fotos por allí, y eso que el hotel era realmente pequeñito, con apenas una decena de habitaciones.


También encontré los restos de los adornos, como este montón de cuadros apilados al fondo de un pasillo. Resultaba curioso verlos allí, un poco en medio de todo, cuando el resto de mobiliario estaba en las habitaciones.


Probablemente esta es la imagen más nostálgica. No es la mejor ni mucho menos, sobre todo porque el cuarto se encontraba atestado de muebles desmontados y normalmente no tengo ni tiempo ni ganas de andar moviendo las cosas de sitio, pero podía irme de allí sin sacarle una foto. Qué tiempos aquellos en que las copas “import” costaban 650 pesetas (algo menos de 4.2€).


Lo más probable es que cuando vuelva a pasar por allí hayan terminado por arrasar el lugar, o, con más suerte, los dueños decidan tapiar  los accesos  y acabe convertido un una especie de cápsula del tiempo, al menos hasta que el tiempo haga su trabajo y las tejas se las lleve una tormenta y los tejados se vengan abajo…. O tal vez lo se venda o se rehabilite como hotel “histórico”, puestos a soñar.


Mientras tanto seguirá esperando tranquilamente, animado por el único resquicio de vida que aún le queda: el letrero de HOTEL aún se ilumina por las noches invitando a los viajeros cansados a pasar la noche… En el nuevo hotel al otro lado de la carretera.


¿Verdad que contado así la historia suena aún más triste de lo habitual?