Pequeña finca abandonada
Nuestra segunda visita del día fue una pequeña finca no muy lejos de la ciudad. Nos costó un par de vueltas al perímetro darnos cuenta de que saltar no era una opción, hasta darnos cuenta de que la puerta principal estaba abierta, sólo sujeta con una piedra para que el viento no se la llevase.
La entrada daba paso a un patio principal alrededor del cual se articulaba la gran mayoría de estancias de la casa.
Lo más llamativo fue el enorme tractor que se guardaba en el cobertizo principal. El antiguo Ebro de color azul tenía aspecto de no haber salido de su refugio en mucho tiempo.
En una pared cercana estaba este curioso accesorio, probablemente para esparcir semillas arrastrado por el tractor. Allí apoyado parecía más el juguete con ruedas de algún gigante.
Cerca del tractor encontramos el pozo. Aunque parecía cegado aún conservaba el arco y restos de la polea usada para sacar el agua originariamente. En la parte de atrás también encontramos tuberías para sacar agua mediante una bomba, bastante más práctico que con un cubo.
En el fondo encontramos varios almacenes llenos de trastos viejos e inservibles. Botellas rotas, herramientas oxidadas e incluso un viejo futbolín de plástico. Este no era uno de esos sitios en que la gente se ha ido dejándolo todo tal cual.
En el extremo opuesto encontramos un pequeño taller con una chimenea. Puede que antaño fuera incluso una pequeña forja, pero con todos los trastos que había por allí era difícil precisar mucho.
Algún detalle macabro sí que llamó nuestra atención, aunque poco más.
Tras explorar el patio nos dirigimos a la zona utilizada como vivienda. En la planta baja no quedaba prácticamente nada de interés, así que nos dirigimos al segundo piso, no sin antes comprobar que la escalera seguía en buen estado.
Desde luego la escalera era curiosamente larga y oscura, y acababa justo en mitad de un largo pasillo.
Tampoco allí había mucho de interés. Habitaciones vacías casi por completo en la mayor parte de los casos salvo algunas excepciones, como este sofá.
En el caso de la cocina lo único que quedaba era este frigorífico. Aún así, lo que más llamaba la atención eran las dos capas de papel pintado en las paredes, cayéndose a trozos en varios puntos.
Otro detalle que llamó nuestra atención era la textura de la madera pintada de verde de la salida a la terraza (se puede ver dicha terraza arriba en la foto del patio). Hubo que hacer las fotos relativamente rápido porque en el exterior había un buen número de avispas con pinta de no tolerar demasiado bien las visitas.
Una vez revisado toda la vivienda volvimos a la planta baja, pero esta vez a la parte trasera. Allí había otro patio mucho más grande que el anterior, aunque en este caso estaba comido prácticamente por la vegetación. Alrededor, lo que debieron ser cuadras para ganado, apenas un techado y muros para separar los habitáculos. En una esquina, en la penumbra, esta vieja cuna. Por suerte no hacía viento como para moverla. Hubiera sido… Inquietante.
En resumen, uno de esos abandonos que muchos pasarían por alto. Lo bueno es que al ser de los primeros del día lo coges con más ganas y al final acaba siendo una visita medio decente desde el punto de vista fotográfico.