23.2.11

EQ12. Fabrica de accesorios en Alemania.

“Una fábrica hecha polvo”. Como descripción no es que sea la imagen de un sitio para recordar, pero a aquellas alturas, después de coleccionar un “fail” tras otro durante dos días, e incluso haber entrado en tratos poco agradables con la Polizei (“My friend did a very stupid thing, officer”, legendario) casi cualquier cosa nos valía.

Así que de vuelta al hotel, con el coche lleno de frustración acumulada, decidimos parar en la “Armaturen” (accesorios, en alemán), a ver si se podía sacar algo decente aprovechando las pocas horas de luz que nos quedaban.

Una puerta corredera con los barrotes demasiado separados era el único problema para entrar. Fue apretar un poco la barriga y estar dentro.

La primera impresión no fue muy buena. Varias naves totalmente vacías de prácticamente cualquier maquinaria o detalles. Comparado con lo que habíamos estado viendo previamente el panorama era bastante desolador.



Sin embargo, una vez bajado el listón y empezando a mirar con otros ojos, los detalles empezaron a aparecer aquí y allá.



La primera nave era la que más detalles tenía. Los medidores de la foto anterior estaban allí, precisamente. Lo que más llamaba la atención era un pequeño cuarto al fondo que debían de ser oficinas de dirección o de control.



Resulta curioso como ajustar los valroes de la cámara puede dar a una misma imagen un aspecto totalmente distinto. Esta toma está hecha a través de la ventana que se puede ver en la foto anterior justo en el centro de la imagen. Cualquiera diría que ni es el mismo lugar.



Sillas de oficina, moqueta vieja y una cantidad sorprendente de recortes de revista con señoritas ligeras de ropa.





En la trastienda de la oficina incluso había un pequeño lavabo privado.




En las habitaciones aledañas encontramos la sala de transformadores. Un par de armarios y muchos interruptores de diversas formas y tamaños. Resulta curioso que se hubieran llevado toda la maquinaria pero que hubieran dejado todo aquello allí, lo que me lleva a pensar que la producción debió de trasladarse a otra parte.



También aledaña estaba la entrada a la fábrica. La puerta estaba cerrada a cal y canto, pero el propósito del lugar quedaba claro por la máquina de fichar.



Las naves aledañas, tres en total y paralelas entre si eran todas más o menos iguales. Grandes, oscuras y vacías, salvo por algún detalle ocasional. El cartel pone "Prohibido fumar". Había un buen montón de esos por las paredes.



Este engranaje, por ejemplo, que a pesar del tiempo aún conservaba una buena cantidad de grasa. La foto está tomada sólo un poco más adelante que la anterior.



Desde la segunda de ellas se podía ver el patio principal. Este patio tenía un aspecto destacable: vías de tren. La fábrica estaba situada justo al lado de la línea ferrea, y aprovechando esto tenía su propio ramal de vías. La cosa rojiza circular era una plataforma giratoria para poder mover y dar la vuelta a los vagones de tren para cargar y descargar material.



En la misma habitación encontramos un calendario que indicaba que la fábrica debió dejar de usarse alrededor de 2006.



La cuarta nave estaba separada por una “calle” de las otras tres.



Esta era algo distinta. Tenía más aspecto de taller que el resto debido a varios fosos parecidos a los que se usan para trastear debajo de los coches, aunque bastante más grandes. También había algunos depósitos.
Un detalle curioso fueron los “ladrillos”. Al principio pensaba que estaban así porque habían “arrancado” la maquinaria por la fuerza y los ladrillos habían quedado así. Fue Cybersurfer el que se dio cuenta de que en realidad los “ladrillos” estaban hechos de madera. La humedad los había hinchado tanto que en muchas zonas aparecían “jorobas” en el suelo, o se habían salido del todo, como en este caso.



En esta nave tenía otra diferencia destacable: había bastante musgo en el suelo. Esto le daba un toque bastante más salvaje, y el contraste entre el verde y el gris rojizo de las paredes de ladrillo resultaba interesante. Incluso alguna plantita se había aventurado a crecer allí. Supongo que en unos pocos años esto será la norma, más que la excepción. Por cierto, que la toma está hecha donde la anterior. Se puede ver la plantita ampliando, abajo a la derecha.



Un pequeño cuartito con aspecto de almacén contribuía también a la idea de que aquello debía ser un taller de algún tipo.



Apartado del resto encontramos los servicios de los trabajadores. Además de los típicos urinarios y wc llamaba poderosamente la atención la enorme fuente en mitad del baño. Creo que es la primera vez que veo algo así. Es mucho más vistosa que un montón de lavabos pegados a la pared, pero no parecía muy práctica.



Del exterior poco que decir… Aprovechamos un poco los charcos para jugar con los reflejos.



También daba juego algunas pequeñas puertas de función desconocida. Tal vez sirvieran para usar una cinta transportadora desde la calle, o algo parecido.



También hubo tiempo para hacer alguna foto con gente. Las piernas son de Cybersurfer, que estuvo que estar unos tres minutos así mientras hacía las tres tomas para el HDR.



Justo con el sol ocultándose en el horizonte acabamos de hacer fotos. El resultado fue bastante mejor de lo que se podía esperar por el tipo de sitio. Esto demuestra que no hay abandono feo para la cámara, sólo hace falta fijarse en los detalles. Y luego vuelves a España y sitios como este te parecen una pasada en comparación.

Con este terminan los reportajes de la EQ12. Sólo me queda agradecer a Stewie, que siempre es el que más mueve estas Euroquedadas por todo lo que le tocó pringar (aunque sé que le gusta). También especialmente a Cybersurfer, por llevar el coche a todas partes de una pieza, con nosotros dentro.
Pare el resto... Un placer volver a veros a algunos y de conoceros a otros (Diesel, la culpa de todo esto es tuya). A ver cuando puedo apuntarme a otra. Con que nos riamos la mitad que en esta voy sobrado.

1.2.11

EQ12. Fabrica abandonada de galletas en Alemania.

“Es una fábrica de galletas grande”. Esa era la descripción que teníamos del sitio. Ni como entrar, ni como estaría, si valdría la pena el paseo hasta el sitio. El problema es que nuestro amigo Bart tampoco había estado, por lo que las referencias que teníamos eran de tercera mano. Al final del día al sitio le acabaríamos llamando el “cookie monster”.

Llegamos allí más o menos a la hora, y tras encontrarnos con Bart y hacer los saludos y presentaciones de rigor, nos dirigimos a una de las entradas. La puerta para coches estaba cerrada y bloqueada por trastos. La pequeña, que daba acceso a la garita de seguridad también…. Aunque sin llave, por suerte.

Nada más entrar nos encontramos con el taller de la fábrica. Había máquinas para aburrir: tornos, taladros industriales, gruas… Aquello ya era una pasada y una mina para las cámaras de fotos.



Aparte de la habitación principal encontramos varios cuartos aledaños interesantes, como oficinas, baños y almacenes con productos químicos y pinturas. A mi me llamó la atención esta oficina, que debía ser la del diseñador industrial o algo parecido.



Cuando volví al taller la cosa estaba rara. La mayoría de la gente andaba por ahí dispersa haciendo fotos, aunque unos cuantos andaban llamando al resto por lo bajinis.
Al parecer habían visto a alguien con aspecto de vigilante paseando hasta la salida por las calles del interior de la fábrica. Se había marchado, pero comentaban que probablemente había visto a alguno del grupo. Sugerí que nos adentráramos más en la fábrica. Si venía la Polizei o alguien a echarnos que no nos encontraran justo al lado de la entrada, sino dentro y después de haber hecho un buen puñado de fotos.



Tras comprobar que no había nadie a la vista cruzamos la calle y nos dirigimos al siguiente edificio.


Tras un buen rato de exploración llegamos a la conclusión de que aquella era la parte de almacenaje y empaquetado de las galletas. Quedaban muy pocas máquinas en aquella zona. Casi todo eran enormes espacios abiertos que debieron servir para organizar los envíos hasta el muelle de carga para su distribución.

El edificio más alejado parecía el más antiguo, así que empecé a mirar por allí. Las plantas bajas estaban bastante más oscuras de lo que parecen en las fotos. El día era gris y amenazaba con empezar a llover en cualquier momento. Durante un buen rato estuve seguro de que estaba cayendo un buen chaparrón, por el ruido del agua, hasta que conseguí asomarme al exterior y descubrí que en realidad el ruido lo producía el río junto a la fábrica.



Las salas eran enormes. Probablemente fueran los primeros almacenes de la fábrica. Resultaba curioso ver los enormes charcos de agua, sobre todo teniendo en cuenta que había al menos un piso más sobre el que estábamos.



La planta superior era aún más curiosa. El tejado tenía forma curvada y prácticamente no había habitaciones.



La única que encontré en el edificio fue esta. Apenas un par de paredes y una puerta al fondo. La encontré porque alguien había tirado la pared por donde entré. De no ser así la habría pasado de largo. La única luz venía del techo y la habitación estaba completamente vacía y muy oscura.
Hice la foto con pocas esperanzas, por la falta de luz, y al final resultó ser una de las que más me han gustado.



Al final del edificio se volvía a la zona más moderna. Probablemente se utilizaba de zona de de empaquetado. Las únicas máquinas que quedaban eran algunas cintas transportadoras y poco más, y estaban totalmente dispersas y sueltas aquí y allá.
Esta sala de control estaba al principio del edificio, y probablemente sirviera para manejar la maquinaria de las cintas.



Cuando acabé de hacer fotos por aquí empezó a aparecer más gente del grupo, empezando por Bartje, que suele moverse bastante rápido, y seguidos del resto del grupo, cuyas voces se oían en el piso de abajo. Mirando el reloj me di cuenta de que había estado casi media hora haciendo fotos en solitario.

Seguimos haciendo fotos por el edificio, esta vez con más gente. Había un montón de pequeños detalles aquí y allí, pero la tónica general eran enormes habitaciones vacías con el suelo de loseta roja y blanca. Lo irónico de este tipo de lugares, tan enormes y con tantas cosas que fotografiar es que uno acaba saturado. Si el sitio fuera más pequeño o más reventado cada vez que encuentras un pequeño detalle que fotografiar se convierte casi en una fiesta. En estos sitios, detalles que en otras circunstancias serían un hallazgo se acaban convirtiendo en “otra tontería más”.



Hasta un total de cinco plantas, muy parecidas entre si. Lo que más me llamó la atención fueron las pequeñas habitaciones cercanas a las escaleras. Parecían algún tipo de salas de descanso o vestuarios.



Más hacia el interior del edificio, tomando como referencia la entrada, encontramos la zona de las “bandejas colgantes”. Estas lineas de transporte se usaban para llevar los productos terminados desde la fábrica propiamente dicha hasta la zona de envasado y almacenaje donde estábamos. El “túnel” que se ve al fondo cruzaba sobre la calle principal del pueblo hasta otro edificio mediante un puente cubierto.



Dejamos la zona de fábrica para más tarde. Antes acabamos de ver el edificio donde estabamos. Cerca de la zona de la foto anterior, en la misma planta, encontramos los laboratorios que debían usarse para control de calidad. Contaban con un buen número de habitaciones separadas por mamparas de cristal y madera, todas ellas con los típicos azulejos de laboratorio. En una de ellas encontramos un par de hornos y estas botellas de productos químicos con nombres ilegibles para los que no sabemos alemán y aspecto bastante tóxico.



Una planta más arriba encontramos algo curioso. Aparte del maniquí, que es lo primero que salta a la vista por su aspecto un tanto macabro, aquello era una especie de costurería. Telas, hilos y botones por doquier. Ni idea de que pintaba aquello en una fábrica de galletas.



Las oficinas tenían un aspecto de lo más moderno. Moqueta, grandes mesas, despachos separados por cristales. Debió renovarse todo poco antes de abandonarse.



Tras reunir a todo el grupo decidimos pasar al edificio de fabricación. Este parecía bastante más antiguo que el primero, y mucho más pequeño. Apenas una cuarta parte del que habíamos estado y cinco plantas incluyendo el sótano. Sin embargo, la impresión de vacío que habíamos visto el primero desapareció al poco de cruzar el puente cubierto.

Aquí estaba toda la maquinaria prácticamente intacta. Y antigua, especialmente en la planta baja. Estos monstruos de casi dos metros de diámetro servían para convertir la harina y el agua en masa para tostar. A diferencia de una fábrica actual, los “calderos” no se vaciaban automáticamente, sino que se “desmontaban” y transportaban a mano sobre carretillas hacia la el resto de la cadena de montaje.



A continuación encontramos dicha línea, con maquinas para cortar y tostar el producto. A pesar del polvo y la suciedad uno casi se podía imaginar las galletas deslizándose sin fin por aquellos carriles mientras el olor a tostado flotaba en el ambiente.



En la planta inferior estaban las “extensiones” de la máquina, aunque en realidad se trataba de la misma. Eran los hornos, probablemente a gas, que calentaban y cocinaban el producto.



Una de las mayores sorpresas nos esperaba al final del edificio. ¡Un tren!



Más de uno pensará que es lógico que una fábrica como esta tuviera su propia línea de tren. La línea tiene mucha lógica: cargar y descargar materias primas y productos, por ejemplo. Lo que no tenía ninguna, y aún no tenemos explicación, es qué hacía aquel tren allí.
Si os fijáis, la máquina era una diesel con aspecto de antigua y de ser de carga: lenta, pesada y potente.

Sin embargo, y en la foto no se aprecia bien, todos los coches, y no eran pocos, eran de pasajeros. De dos plantas nada menos. Si no fuera porque sería de locos, uno pensaría que algún chalado había robado los vagones y los había escondido allí tras cerrar la fábrica. Puede que se usara para traer a los trabajadores, pero el tren parece demasiado grande para la gente que pudiera trabajar allí. Y la locomotora tampoco acaba de cuadrar en el escenario.



El estado del tren era bueno, salvo por las habituales pintadas y los cristales rotos aquí y allá. De hecho, el tren estaba mucho más pintarrajeado que el resto de la fábrica. Por eso pensamos que pudo llegar allí tras el cierre.





La mayor parte de las plantas superiores estaban bastante vacías. Había máquinas aquí y allí, pero no se veían las cadenas de plantas inferiores.



En algunos sitios se notaba que habían estado desmantelando el lugar. Estos sacos contenían, según su inscipción, lana de roca, usada como aislante. Una esquina de una de las plantas estaba totalmente llena de estos sacos. Suponemos que habían estado retirando el aislante de toda la fábrica y que lo habían estado almacenando allí.



En plantas superiores encontramos también una zona de oficinas y vestuarios. Una de las habitaciones más curiosas era esta con aspecto de sala de juntas. No es muy normal encontrar mobiliario que parezca que dejó de usarse y se dejó tal y como está.



La otra sorpresa estaba en la última planta.



En este lugar aún se mantenía parte de las cadenas de producción. Sin embargo, a diferencia de las plantas bajas, aquí la maquinaria era mucho más moderna, con pantallas y electrónica de aspecto mucho más actual. En este caso sí que daba la impresión de que sólo hacía falta restaurar el suministro eléctrico para echar todo aquello a andar.



A la hora de la salida tuvimos algunas pequeñas complicaciones. Para empezar, tal y como descubrieron a medio día algunos que intentaron salir al coche a comer, la puerta por la que habíamos entrado ahora estaba cerrada con llave. No hubo mayor problema que salir por la zona donde estaba el tren, en la que una pared rota daba acceso a las vías y al exterior.

La otra complicación surgió a raíz de que quisimos volver al primer edificio para ver algunas cosas que algunos habían pasado por alto. En determinado momento perdí de vista a la gente. Como sabía por donde andaban (más o menos) me dirigí hacia allí. De repente vi dos siluetas a contraluz. Pensando que era alguno de mis compañeros me dirigí hacia ellas. A medio camino me di cuenta de que no iba a ser ninguno de ellos.
La descripción de los dos hombres sería la de dos alemanes, uno alto y el otro más bajo y más fuerte, de esos con más cuello que cabeza, y más brazos que cuello. Pelo rapado, cazadoras bomber, botas militares y cara de pocos amigos.

Hablaban poco inglés, pero me dejaron claro que tenía que salir de allí a la de ya. Les dije que buscaría a mis compañeros (ahí el bajito puso cara de desesperación y mala uva) y que saldríamos de allí en cuanto los encontrara para decirselo. Por suerte no hubo mayor problema, excepto para convencer a Dafy que era mejor no discutir con gente así, y salimos por la zona del tren sin mayor novedad.

Este fue la mejor visita de todo el viaje, y en gran parte compensó la ristra de “fails” de los días posteriores, en los que cada sitio que fuimos a ver estaba cerrado, vigilado, sin abandonar o no valía la pena. Y de la fábrica tengo fotos por pura suerte. Una advertencia: jamás desenchuféis el lector de tarjetas de un Mac sin liberarlo antes. No hacerlo me costó una tarde de muy mala leche y probar con muchos programas hasta dar con uno que consiguió recuperar las malditas fotos.

De todos modos, valió la pena.