Tras visitar la mina de las jaulas del post anterior, y tras pasar por el picnic tras el maletero de los coches de rigor nos dirigimos a nuestro siguiente abandono.
La Kinderclinic tenía un enorme parque central, con césped y árboles de aspecto sorprendentemente cuidado. A su alrededor, varios grupos de edificios, destacando el frontal, bastante más grande que el resto. Sólo un vistazo más detenido te hacía darte cuenta de que las ventanas más bajas estaban cerradas con tablones de madera. De no ser por eso y por la ausencia completa de coches o gente en los alrededores cualquiera hubiera dicho que el lugar seguía funcionando.
Por suerte había una entrada en la parte trasera del edificio grande. Una de las tablas había sido rota, permitiendo el acceso al edificio principal.
La primera impresión, tras arrastrarnos por el pequeño agujero, fue más que positiva. Enormes pasillos con habitaciones a cada lado. Pocas pintadas y no demasiados destrozos a primera vista.
La mayor parte de las habitaciones estaban vacías, sin camas ni ningún tipo de mobiliario. Daba la impresión de que se habían llevado todo lo útil antes de echar el cierre.
Lo que sí llamaba la atención es que algunas habitaciones tenían estas pequeñas bañeras altas. Diría que debían ser para bañar a los niños más pequeños. Los restos que se ven en el suelo eran de un lavabo. Resulta curioso darse cuenta que los lavabos son los primeros en ser destrozados. O tal vez, que son sanitarios que menos resisten los golpes.
Por todos lados se podían ver dibujos coloridos recortados en papel con formas variadas, aunque sobre todo animales. Probablemente hechos por los propios niños allí hospitalizados.
La conserjería estaba totalmente desguazada. Era curioso ver que, aunque los cables estaban sacados de su sitio, no los habían desmontado.
La monotonía de las habitaciones de los pasillos la rompían unos enormes cuartos de baño con distintos tipos de bañera.
Otra curiosidad que fuimos viendo según recorríamos las habitaciones era que prácticamente todas las griferías habían sido quitadas de su lugar. No sólo en estos baños grandes, sino en los lavabos de las habitaciones también.
El edificio tenía dos alas que formaban una L. Había escaleras en cada uno de los extremos, aunque la principal se encontraba justo en la parte central, cerca de la entrada principal y junto a los dos ascensores principales.
Las escaleras de los extremos eran bastante más normales. Esta es la del extremo más alejado, que se distinguía de los otros por tener un montacargas, mientras que el resto sólo tenían escaleras.
Todas las plantas del ala larga de la L estaban destinadas a habitaciones, todas más o menos igual. En la buhardilla, con aspecto de no haber estado destinada al uso público encontramos bastantes trastos, desde equipo de limpieza a juguetes y maquinaria de aire acondicionado.
Otra de las cosas curiosas en la buhardilla era esto:
Si abrís la foto en grande veréis que se trata de un avispero. Sin embargo no eran avispas normales, sino avispones. Por suerte alguien había roto y eliminado a los bichos, porque tenían el tamaño de un abejorro y aspecto de tener muy malas pulgas. Hasta muertas daban bastante respeto.
En el ala pequeña de la L estaban situadas las consultas y otros equipamientos médico. No había quirófano a la vista, pero si un par de habitaciones con azulejos hasta el techo que al principio pensamos que podía serlo. Luego, mirando en los armarios encontramos restos de matraces y otro equipo de laboratorio, aunque rotos. Al final llegamos a la conclusión de que debía tratarse de algún tipo de laboratorio de análisis.
Al final del pasillo de la segunda planta nos encontramos con una sala de rayos X. Normalmente estos sitios suelen estar bastante destrozados, pero en este caso la máquina parecía que podía empezar a usarse en cualquier momento, salvo porque el cuadro de luces de la instalación eléctrica estaba un tanto reventado (se ve al fondo de la foto). Sin embargo el proyector y la mesa conservaban un movimiento totalmente fluido, y a pesar de su tamaño y peso se podía desplazar prácticamente sin esfuerzo.
En la parte de fuera también estaba todo el equipo de control de la exposición radiológica. Excepto por la cantidad de polvo que tenía estaba impecable.
Otra cosa que llamaba la atención del lugar era la cantidad de casquillos que había por el suelo. Observandolos detenidamente resultaron ser balas de pintura, aunque no del tipo que se usan en el Paintball, que se lanzan por gas, sino que en este caso eran cartuchos de pólvora con bala de pintura en lugar del proyectil de plomo. Incluso encontramos algunos casquillos como este, de arma larga. Suponemos que en algún momento el lugar fue usado como zona de entrenamiento para la Polizei o los militares. Si observáis la foto de la conserjería podéis ver en el cristal el impacto de una de estas balas de pintura.
Normalmente dejamos para el final la zona de los sótanos, de este modo podemos fotografiar con luz natural las partes altas y bajar cuando empieza a caer el sol.
De los sótanos no hay muchas fotos, a pesar de que había bastantes cosas que ver, como un enorme generador diesel, almacenes, talleres, trastos variados, sistemas de ventilación y calefacción…
Lo que sí nos llamó la atención fue la sala de calderas, sobre todo porque estaba parcialmente inundada. La “estrella” del lugar era un mueble lleno de productos químicos metido en el agua.
También me llamó la atención este montón de bañeras (sí, empiezo a pensar que tengo fijación por las bañeras), sobre todo porque eran totalmente distintas a las que habíamos visto arriba.
Paseamos en la oscuridad del sótano, pasamos las cocinas iluminándonos sólo con las linternas… Habitaciones y más habitaciones de uso desconocido, hasta que en el otro extremo del edificio encontramos la sala de hidroterapia. La piscina no era especialmente grande, pero sí bastante profunda. Aquí había ventanas, pero como el resto estaban tapadas por tablones de modo que no entraba nada de luz.
Tras conseguir reunir a medio grupo decidimos salir fuera, donde nos encontramos que el resto del grupo ya había salido antes y andaban de tertulia por el jardín.
A esas alturas, con el último sol poniéndose tras los edificios, estábamos bastante cansados, así que decidimos volver al hotel a descansar.
El sitio probablemente haya sido el hospital más entero que haya visitado hasta ahora. La única pena es que lo hubieran trasladado de sitio y aprovechado todo el mobiliario, pero de cualquier manera la tarde dio para explorar a conciencia y hartarnos de hacer fotos.
Lo malo de los días así es que, tras verlos, otros sitios que normalmente te hubieran impresionado parecen poca cosa. Aunque aún nos quedaban bastantes cosas por ver en Alemania.