16.4.09

La estación abandonada de Principe Pío

Curiosamente, la antigua estación del Norte sigue en uso con su propósito original: estación de ferrocarril. Algo venida a menos, porque de ella sólo parten trenes de corto recorrido, aunque a cambio también es estación de metro y autobuses y un enorme centro comercial. Sin embargo, una parte de ella, quizá la más impresionante, se encuentra hasta la fecha en desuso.

La estación fue construida en 1861 por la desaparecida Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España. En un principio sólo dio servicio a la línea Madrid-El Escorial, que iría ampliandose con el tiempo hasta Irún. Posteriormente, en 1882, se inauguraron las instalaciones destinadas a viajeros. Sin embargo, el edificio principal, perpendicular a los andenes, no se construyó hasta 1928.

Tras la Guerra Civil la estación fue reconstruida de los daños ocasionados por los combates, esta vez de mano de la nueva compañía ferroviaria estatal: RENFE. Funcionó como estación secundaria de Madrid, por detrás de la de Atocha, hasta la construcción de la nueva estación de Chamartín en 1967, que tomó el relevo para todas las líneas de larga distancia, quedando relegada a estación de cercanías.

En la década de los 90 la estación fue cerrada definitivamente para sufrir la importante remodelación que la convertiría en lo que se puede ver hoy en día.

Sin embargo, el edificio del extremo siguió en el mismo estado que antaño. Los planes de reutilización hablan de convertirlo en espacio para las artes escénicas, aunque a día de hoy sigue cerrado y sin uso.

Precisamente ese edificio sin uso fue el que visitamos hace ya más de dos años. Por aquel entonces Abandonalia apenas era un pequeño blog donde colgaba algunas fotos de sitios abandonados y que no interesaba a casi nadie. Tampoco conocía a mucha gente que ahora se dedica a esto, así que me apunté a una “quedada” de Flickr para ver la estación por dentro.

Lo más divertido es que de una quedada que se preveía concurrida, al final aparecimos en el lugar de reunión cuatro gatos. En realidad, ni siquiera éramos cuatro. Sólo eramos una chica que había conocido no hace mucho en mi visita al matadero de Villaviciosa y que con el tiempo se ha convertido en compañera de abandonos y amiga. Así que viendo el plantel (o plantón, según se vea) decidimos probar suerte a ver que pasaba.

Por cierto, que por aquellos días estrenaba la réflex que aún hoy utilizo, y ni siquiera tenía un triste trípode por aquellas fechas. Hasta tiraba en modo automático casi todo el tiempo, de modo que una gran parte de las fotos salieron mal, ya sea movidas por la falta de luz o algo desenfocadas. Sin embargo, las que se salvaron, siguen siendo algunas de mis favoritas.

Entrar fue lo más fácil del mundo. Bastó con poner cara de “yo me paso la vida por aquí” y tener la suerte de que al puerta de la torre izquierda estaba abierta de par en par.

Aun así, resultó bastante inquietante por la cantidad de coches allí aparcados y unas oficinas de esas tipo contenedor situadas en la puerta. Cuando pasamos nosotros no había ni dios a la vista, así que fuimos bordeando la valla derecha como quien va a un coche y entramos por la puerta grande. Literalmente. Al pie de la torre oeste había una puerta abierta que conducía a la zona nueva de la estación, hasta unas escaleras metálicas de aspecto moderno,

A la derecha quedaba el vestíbulo principal de la estación. Al fondo vimos a alguien recogiendo cosas del suelo, aunque por la distancia era difícil saber que hacía exactamente, aunque por el aspecto no era un trabajador ni nadie de quien preocuparse.



Aún así nos dedicamos a explorar el edificio este. Escaleras arriba se conservaba aún un viejo ascensor de madera en bastante buen estado, de esos que se instalaban en los huecos de escalera de las casas antiguas. También encontramos otro ascensor, pero este más moderno y encastrado en las paredes del edificio. Como el de cualquier casa actual, vamos.




La mayoría de las habitaciones de la zona estaban forradas de madera y estaban en bastante mal estado. Apenas quedaba mobiliario alguno.

En la zona superior encontramos el acceso al tejado de la nueva estación. La estructura metálica era la que sujeta los nuevos tejados del metro y el área comercial.



Resultaba curioso ver por las ventanas las calles bulliciosas desde este sitio tan tranquilo…

Justo antes de esta zona encontramos la escalera a la cúpula este. Llevaba a una curiosa habitación diáfana pintada de azul con una escalera de caracol.



En la habitación azul encontramos la maquinaria de los viejos ascensores.

También se podía acceder a las terrazas, aunque nos habían comentado que no era buena idea asomarse mucho por allí, por lo que apenas nos asomamos un poco.

La escalera de caracol llegaba a la zona de la cúpula, con un curioso entramado de vigas de metal que la sujetaban y mantenían firme.

Tras explorar el edificio este bajamos de nuevo al vestíbulo de la estación. Esta vez estaba desierto salvo por alguna paloma huidiza.

El aspecto del vestíbulo principal es impresionante. Un espacio diáfano mayor que un campo de fútbol, de casi 4 plantas de altura coronado por una de esas viejas cubiertas de estación tan bonitas.

La parte este de la estación parecía dedicada al transporte de mercancías.


Había dos enormes montacargas capaces de bajar hasta un coche de buen tamaño, y cuatro montacargas más pequeños, además de unas cuantas básculas de las que sólo una conservaba una parte destrozada de la esfera.



En esta zona también había una taquilla pequeña, con cuatro ventanillas recortadas en la rejilla,a modo de jaula.



En el interior encontramos una pequeña caja fuerte que había sido forzada de muy mala manera, probablemente con un soplete.



Separadas por una valla a la altura de los montacargas pequeños se encotraba la zona de pasajeros, con una gran taquilla, una caseta de información hoy repleta de escombros y las escaleras de acceso a los andenes.

Lo más sorprendente de este lugar es ver que era una isla de soledad en un mar de gente. A cada momento so podía oír el ruido de los trenes, las sirenas, los ruidos y pasos de la gente que seguían su vida al otro lado de las ventanas de esta estación fantasma. Asomarse por la ventana y ver la nueva estación de cercanías, tan luminosa y limpia, mientras alrededor sólo hay polvo y desolación es una sensación única.



Con el sonido de los trenes y la gente no hacía falta mucha imaginación para poblar ese vestíbulo con fantasmas en ropas antiguas, en vueltos en abrigos largos con sombreros y gorras, arrastrando pesadas maletas de piel y consultando su reloj de cadena para ver cuanto quedaba para la salida de su tren, mientras en el otro lado de la sala los estibadores ferroviarios cargaban y facturaban mercancías. Luego volvías a la realidad y te encontrabas con el polvo, las heces de las palomas, la que entra por las altas ventanas y el apagado sonido de tus pasos.

Desde el vestíbulo se podía acceder al edificio oeste, a través de una ventana con una malla metálica rota y cruzando un patio de luces.

En esta zona se encontraban las oficinas. También muchas habitaciones de madera. Varios separadores de habitaciones eran de cristal, pero estaban destrozados… Daba un poco de miedo pasar por debajo de esos cristales afilados….
Las vistas del vestíbulo de la estación desde este edificio también eran de lo más impresionante.



Esta zona estaba en bastante mejor estado de conservación que la primera, probablemente porque no se ha utilizado en las obras de la nueva estación. Aún se encontraban papeles aquí y allá, e incluso algunas cintas de vídeo tiradas en un rincón. Los armarios empotrados, vacíos excepto por el polvo, aún se conservan bastante bien, junto con algún mobiliario metálico polvoriento.



En esta zona vivía o había vivido gente recientemente. Encontramos una mesa con velas y restos de comida y bebida. Las pintadas de las paredes hablaban de una especie de comuna, pero era difícil saber si esa noche habían dormido allí o no.



En los pisos superiores encontramos aún más oficinas, y esta vez con armarios, mesas y sillas arrumbadas.



Subiendo un piso más llegamos a la cúpula de la torre oeste. En esta habitación encontramos una enorme cantidad de documentación de RENFE que aún sigue allí. Miles de carpetas con documentos en estanterías y tirados por todo el lugar. El más antiguo que encontré era de 1968. El papel viejo tirado por doquier y las altas estanterías metálicas deban a la habitación el aspecto de la biblioteca de un loco furioso.



También en esta zona encontramos la maquinaria de los ascensores, aunque en este caso estaba mucho mejor conservada. Incluso había una lata de grasa por allí.

Una vez de vuelta en el vestíbulo nos aventuramos por las escaleras que comunicaban con los andenes. Había dos enormes ascensores varados para siempre en el fondo. Las escaleras tenían un aire elegante y majestuoso a pesar del tiempo, y el mármol y los azulejos que las decoraban aún aguantan el paso del tiempo.



Al final del primer tramo, a través de una ventana pudimos ver un enorme espacio vacío y oscuro. A una altura de unas dos o tres plantas más abajo se podía ver lo que parecía un tragaluz o algo parecido. En sus bordes se podía ver luz, por lo que pienso que debajo puede haber túneles o la estación del metro. El sitio parecía una enorme cueva artificial. Por cierto, que bendita linterna, que me permitió observar cada rincón

Más abajo estaban el acceso a los andenes, hoy tapiados. Al otro lado se encontraba la estación de cercanías hoy en uso.

A un lado de las escaleras principales alguien había tirado una pared de ladrillo de aspecto reciente. Al otro lado, en la más absoluta oscuridad, unas viejas escaleras que daban a un acceso tapiado y lleno de letreros viejos, muebles y polvo. Un almacén de deshechos. No había nada demasiado antiguo, sino que parece que usaron el lugar para quitar de en medio cosas de la nueva estación.

Encontramos otras dos escaleras, una dentro de las taquillas que llevaba a un par de habitaciones con una caja fuerte, un par de taquillas y unos viejos teléfonos, además de la basura habitual.

La otra, junto a los montacargas de los que hablaba al principio, llevaba a un muro tapiado tras bajar un par de pisos. Como cosa curiosa, encontramos un carrito de aluminio como los que se usan para llevar las cajas grandes de herramientas y unas cizallas de tamaño mediano nuevas… A saber que hacían allí.

Después de aquello tiramos para fuera y fin de la excursión. Al salir había un par de personas cargando una furgoneta… Nos miraron con cara rara (o al menos eso me pareció ver de reojo, aunque pudo ser paranoia), pero no dijeron nada.

Y esa fue toda la historia… Con que os haya gustado una décima parte de lo que a mi meterme en ese lugar varado en el tiempo me doy por satisfecho.

Enlaces:

- Google maps ofrece en Madrid su aplicación Street View, que nos permite hacer un recorrido virtual por las calles adyacentes a la estación.

- En la Wikipedia hay un completo artículo sobre la estación que he usado como referencia para la introducción histórica.

- Un artículo bastante completo sobre la estación, que incluye algunas fotos antiguas de la estación.


Salu2!