El último verano de Carabanchel
A cualquiera que le digas que echarás de menos la cárcel pensará que eres un loco o uno de esos presos que, como aquel abuelo de la película Cadena Perpetua, ya no saben vivir en libertad.
Sin embargo creo que no seré el único fotógrafo que la echará un poco de menos. Y eso que últimamente llegué a estar un tanto saturado de ver ese lugar.
Sin embargo, las caras de asombro, el incesante sonido de los obturadores de las cámaras y encontrar cada vez un ángulo nuevo hacían que me costase mucho resistirme a pasear la cámara por esta colosal ruina Madrileña.
Recuerdo la primera vez que entré, cuando aún había que ser un poco acróbata para hacerlo, y el interior estaba sólo relativamente mal. La impresión de enormidad y soledad eran brutales. El hecho de que aquel día la lluvia y el viento nos hicieran compañía en varios momentos hicieron la visita aún más impresionante.
Posteriormente aquello se convirtió prácticamente en un parque de atracciones. Bromeábamos con que aquello parecía el parque Warner los fines de semana. Que cada vez fuera más fácil acceder al recinto, hasta el punto en que ahora sólo hace falta entrar paseando por la puerta, hicieron que aquello se llenara de gente.
Por otro lado, el trabajo de los chatarreros ha sido ejemplar en cuanto eficacia, aunque no tanto en limpieza. Prácticamente cualquier trozo de metal fue arrancado como el dentista que quita muelas. A estas alturas se da la paradoja de que es realmente difícil encontrar una reja en toda la cárcel.
En una de las últimas visitas que hice me dediqué a repetir fotos que hice en su día. Las diferencias, en casos como en el comedor, donde tanto rejas como la totalidad de los bancos han desaparecido son más que apreciables.
Otros lugares, como la “famosa” escalera del Vota Dier, que comunica los distintos niveles del pabellón de mujeres apenas son una sombra de lo que fue. La escalera en si no tiene metal, pero las rejas que se iban sacando de los pisos superiores diría que bajaron “por la vía rápida”, dejándola en ese estado.
La galería de comunicación, sin embargo, sigue prácticamente como estaba. Sólo dándonos la vuelta veríamos que las rejas han desaparecido. De todas maneras, mirando al fondo, vemos que hay bastante más luz. Las puertas exteriores ahora están abiertas de par en par.
La cárcel me ha dado, por otro lado, la oportunidad de conocer a un montón de gente interesante. Gracias a ella, de manera indirecta, y a la gente de la asociación de vecinos de Aluche, pude ver por primera vez alguna de mis fotos colgadas en una pared de una sala de exposiciones. Todo un logro y una satisfacción para un “fotografillo” aficionado a los sitios oscuros y polvorientos.
Como decía en el título, este verano será el último de la cárcel. El plan para la demolición del edificio y la construcción de un hospital y viviendas se pondrá en marcha el próximo octubre.
Desgraciadamente, por lo que se sabe, de la cárcel de Carabanchel no quedará más que el recuerdo y nuestras fotos. Tal vez a última hora se dejen cuatro ladrillos y una placa, pero me temo que es poco probable.
Salu2!