29.4.08

Estación abandonada en Segovia

Las “quedadas” para ver sitios abandonados pueden ser más o menos fructíferas. A veces encontramos sitios increíbles, otras veces los lugares son pequeños y destrozados. Incluso a veces damos vueltas y vueltas sin encontrar lo que buscamos.

Lo que sí suele ser norma no escrita es que una quedada sin el picnic de rigor ni es quedada ni es nada.

Precisamente dimos con esta estación porque andábamos buscando un sitio donde comer que no estuviera lejos de donde estábamos, así que subimos a los coches, conectamos el GPS y nos dejamos guiar por él.

En este caso nos encontramos con una pequeña estación en sorprendente buen estado. Husmeando por los alrededores nos encontramos un perro tras una valla metálica. La parte buena es que estaba atado. La mala es que la cadena era muy larga. De hecho, la cadena era tan larga que el bicho era capaz de salir por un agujero bajo la valla y saludar a la gente meneando el rabo.

La estación propiamente dicha estaba cerrada, aunque varias de las puertas presentaban agujeros para entrar sin problemas. Lo que sí vimos fueron varios carteles prohibiendo la entrada debido al mal estado de la edificación.

Dando vueltas por la zona nos acercamos a preguntar a un vecino sobre la estación. Nos comentó que la vía había sido desmantelada para convertirla en Vía Verde, y que ADIF había cedido la estación al Ayuntamiento para que dispusiera de ella a su parecer. Nos comentó que no había problema en que entrásemos, pero que tuviéramos cuidado con la segunda planta por el estado de los suelos.

Al final no hizo falta saltar ni hacer malabarismos. La puerta posterior que daba a la desaparecida vía estaba abierta de par en par.

Tras husmear un poco por encima nos dedicamos a dar buena cuenta de las provisiones sentados en el andén de la estación, como probablemente muchos otros viajeros hicieron antaño, tras lo que nos dedicamos a explorar la estación.

Probablemente lo más interesante fuera la caseta de enclavamientos. Este juego de palancas servía para modificar los desvíos y poder controlar el tráfico de trenes en la estación. Evidentemente con la desaparición de las vías los cables de acero ya no tienen ninguna utilidad, pero el estado de los mandos sigue siendo francamente bueno.

En el interior nos encontramos un amplio vestíbulo en el que la gente compraría sus billetes o esperaría a su tren los días más fríos o calurosos.

Había un par de sillas viejas por allí. Alguna vez me he preguntado porqué siempre quedan sillas en estos sitios… Tal vez sea simplemente que llaman la atención más que otras cosas.

Tras las ventanillas de billetes encontramos varias dependencias de servicio. Por un lado estaban las partes traseras de los mostradores, donde aún se conservaban viejos billetes amarillentos, piezas metálicas variadas y un viejo calendario del Renault 5 Copa Turbo de 1984.

En la parte inferior del mostrador encontramos un viejo cajón de madera que se abrió sin mayor problema y resultó ser un juego de baterías que probablemente serviría como sistema eléctrico de emergencia.

Detrás, un vestidor con taquillas y un viejo lavabo. El cártel de la pared nos recordaba que eso de la sequía no es un problema nuevo precisamente.

Al otro lado del vestíbulo había un par de habitaciones que debieron ser almacenes. El más alejado estaba en muy mal estado, con techos derrumbados y bastante escombro. Otro, más cercano, conservaba aún una vieja báscula en buen estado.

La planta superior no tenía mucho que ver, aunque tampoco es que la recorriera entera debido al preocupante estado de las vigas de madera del techo que se veían desde abajo. Lo único digno de mención que encontré fue esta vieja cocina de carbón.

¿Y qué haríais vosotros con un sitio así? Eso fue lo que nos preguntó el vecino que nos encontramos. Al parecer no tienen ningún plan interesante para darle alguna finalidad distinta de caerse a pedazos. A nosotros lo único que se nos ocurrió fue convertirlo en algún tipo de albergue rural aprovechando que la vía verde pasará en breve, aunque dudo mucho que la idea tuviera mucha viabilidad desde el punto de vista económico. ¿Alguna idea? En los comentarios podéis exponerla….


Localización: En un pueblecito muy pequeño de Segovia. Una vez más, por el relativo buen estado del lugar y los escasos destrozos en la estación me abstendré de publicar la situación exacta.

Acceso: Se puede aparcar el coche en la puerta y se puede acceder sin problemas tanto a la vía como al interior.

Estado: En general bastante bueno. Alguna habitación con los techos caidos y unas vigas de madera en el techo que no dan mucha tranquilidad… No recomendaría a nadie subir al piso de arriba.

10.4.08

Fábrica abandonada de chocolates Herranz

Lo malo del cine es que tiene la facilidad de hacernos creer en fantasías que parecen casi reales. Así que cuando me invitaron a visitar una fábrica de chocolate lo primero que se me vino a la cabeza fueron cascadas de chocolate, dueños de aspecto estrafalario y melenitas originales con la cara de Johnie Depp, además de colorines por todas partes.

Sin embargo, está fábrica, lejos de las colosales edificaciones de la película de Tim Burton, es un pequeño edificio de una sola planta de color tirando a amarillo, al que probablemente nadie miraría dos veces al pasar junto a él.

En realidad la fábrica se compone de un puñado de habitaciones. En ellas, viejas máquinas de hierro pintadas de vivos colores donde predomina el rojo, sueñan un pasado de movimiento y ajetreo, mientras que el polvo y las arañas tejen una capa que diluye su color.


No veréis en esta fábrica líneas de montaje, carriles con rodillos para llevar productos de un lugar a otro, ni el acero pulido de las modernas instalaciones.

Aquí las máquinas tienen su propio espacio. Sus automatismos palidecerían de vergüenza y simplicidad frente a los de la lavadora que tenéis en casa.


Estas máquinas parecen niños pequeños que apenas saben hacer nada si no se les ayuda. Al verlas hoy uno no deja de imaginar a los operarios trasladando carretillas de polvo de cacao de una máquina a otra, alimentándolas con leche o agua, limpiándolas con el mono manchado de pasta marrón. La imaginación crea una escena que más se acerca a la fábrica de Willy Wonka, que a la eficiente y aséptica cadenas de producción actuales.


En el edificio de la derecha se encontraba un área grande donde se descargaba el grano de cacao desde el exterior.

Hoy en día sólo sirve de almacén para maquinaria vieja, aunque se conserva la báscula industrial con pesas y una pequeña grúa de cadenas para manejar cargas.

Al fondo de la habitación se encuentra la puerta que conecta con la gran tostadora. Esta máquina que personalmente me recuerda a una especie de escafandra de buzo surrealista era la que se encargaba de tostar los granos de cacao en la esfera interior, que iba girando para asegurar un calentamiento homogéneo.



Posteriormente el cacao tostado se cribaba en otra máquina cercana, para eliminar semillas, cáscaras y otras impurezas.


Una vez listo, el cacao se pasaba a la sala principal de elaboración. Aquí se encuentra la gran mayoría de las máquinas. El cacao se muele, mezcla y amasa a temperaturas constantes a fin de extraer la manteca de cacao, ingrediente básico a partir del cual se preparaban las distintas variedades de chocolate que todo el mundo conoce.

Una vez terminada la elaboración, el chocolate caliente era repartido en moldes metálicos donde se dejaba enfriar para obtener las tabletas de chocolate que todos conocemos.

Tras esto, sólo quedaba desmoldar las tabletas y empaquetarlas en envoltorios coloridos, guardarlas en cajas y cargarlas en camiones para distribuirlas.


Aparte de todo el área de fabricación, apenas hay un par de habitaciones que servirían de almacén y un sótano, además de una pequeña oficina desde la que se llevaban las cuentas y los pedidos.

El edificio fue construido en 1947, aunque la empresa familiar ya existía desde 1880.

Esta fábrica estuvo en funcionamiento hasta el año 1998, en que la producción se trasladó a una nueva fábrica localizada en Avila, dejando está prácticamente como aparece hoy en día.

Los hornos se enfriaron, las aspas de las mezcladoras dejaron de girar, y todo quedó varado en el tiempo en el interior de la vieja fábrica. Ni siquiera se limpió el interior de las máquinas, que aún conservan restos de chocolate resecos tras 20 años. En un viejo palet encontramos centenares de envoltorios de tabletas que se quedarán allí esperando sin más.

Ojalá todos los abandonos que visito estuvieran así. Que sólo el polvo y las telarañas fueran las pruebas de que un sitio está abandonado. El único destrozo que observé fue una parte del falso techo que se había venido abajo sobre la empaquetadora de chocolate. Una semana armados con escobas, fregonas y bayetas podrían convertir este lugar en un auténtico museo.

Localización: La fábrica está situada a la entrada del pueblo de Miguelañez vinienddo desde Segovia, a mano derecha. A 34 km. de Segovia capital y a unos 130 km de Madrid. En google maps se puede observar el lugar exacto, aunque con una resolución bastante mala.

Acceso: Cerrado y de propiedad privada de la familia Herranz. Sin embargo, por la forma tan agradable y familiar con la que nos trató don Lucinio Herranz diría que preguntando a los vecinos y con un poco de suerte, probablemente esté encantados de enseñaros la fábrica, si tenéis interés.


Estado: Aparte del polvo, las telarañas y un falso techo derrumbado, el estado de la fábrica es excelente.


Enlaces:

El blog del instigador y promotor de esta visita, con su articulo correspondiente sobre la fábrica , hace más de un año. Con competencia como esta en el MundoRealTM eso de las quiebras sería economía-ficción. Por cierto, que aparece en una de las fotos, aunque es más difícil de ver que Wally.

Las fotos de la fábrica hechas por Bartje, un explorador urbano e incansable viajero, que vino desde Eindhoven para visitar unos cuantos abandonos hispanos, y que nos sirvió de excusa para dejar de aplazar esta visita. Su página web de fotos de abandonos, Urban Travel es sencillamente espectacular. De “mayor” quiero ser como él y recorrer Europa fotografiando abandonos.