Polvorín abandonado en Hontoria de la Cantera.
Resulta sorprendente la radical diferencia que hay entre las empresas y los blog. Cuando a una empresa le sale competencia en su nicho de mercado lo habitual es que más pronto o más tarde acabe habiendo jugadas sucias, puñaladas traperas y esa actitud de “te vas a enterar, listo”. Sin embargo, cuando aparece un blog con la misma temática que el tuyo acabas siendo el primero en ponerle un comentario, ponerle en la lista de visitas habitual y acabar mandándole correos. Una similitud si que hay con las empresas: en ambos casos el “consumidor” sale ganando.
Algo parecido a lo descrito me pasó con Y me quedé esperando al tren. Ya en su día incluí una entrada recomendando el blog, lo que no sabía es que, además de fuente de inspiración, acabaría compartiendo exploraciones con Stewie, su dueño.
Todo esto viene a cuento de que el primer contacto que tuve el polvorín de Hontoria de
Resumiendo la historia del lugar, se trata de cuevas artificiales creadas por la extracción de los bloques de piedra que hoy adornan la catedral de Burgos. Las hendiduras naturales fueron ampliadas a pico y sierra dejando grandes columnas sin cortar para sostener el techo estable. Posteriormente el ejército aprovechó las profundas cuevas para almacenar explosivos, construyendo un pequeño cuartel de artillería y zapadores, cerrando las cuevas y construyendo terrazas o paratas horizontales en las que almacenar los suministros.
A primera vista el lugar no aparenta más que una pequeña construcción de piedra con un par de ventanas y una puerta grande como para dejar pasar un camión pequeño.
Tras pasar la puerta se puede comprobar que no se trata de una construcción al uso. El techo es de roca, y está inclinado unos 15º hacia un lado. Un par de muros a los lados separan un par de habitaciones que sirvieron de taller en su día, según los letreros que aún se conservan.
Poco más adelante se encuentra el hueco de una puerta hoy desaparecida. La luz que entra del exterior permite ver apenas unos cuantos metros de rampa que sube hacia la oscuridad más absoluta. La rampa continua con terrazas a los lados alrededor de unos 400 ó
Desde la sala principal se puede volver sobre nuestros pasos, o tomar un acceso distinto que acaba conectando con la subida principal. El plano imaginario de la cueva tendría forma de lazo alargado.
Una vez fuera podemos acceder a una segunda cueva, un poco más arriba. Esta, al estar más alejada de la carretera se encuentra algo más intacta. Aparte de la puerta tirada en el suelo podemos ver aquí y allá cajas de madera rotas que almacenaron en su día proyectiles de mortero, según su inscripción. Incluso, mirando con atención incluso se encuentran alguno de los cilindros de plástico que contenían los proyectiles.
En algunos tramos de la rampa hay restos de piedra rotos. Son restos de grandes trozos de techo que han caido.
A diferencia de la cueva anterior, en esta encontramos varios tragaluces excavados en la roca que aportan bastante claridad. Al fondo, una enorme cúpula y varios tragaluces hacen que se pueda andar sin linterna en casi toda la zona. El contraste entre luz y oscuridad provocan unos fuertes contrastes bastante curiosos.
Al final, una escalera nos lleva a una salida, tapiada en su día y hoy agujereada, que nos permite acceder al exterior.
Desde fuera se aprecia la curiosa forma de los arcos escalonados que dejan entrar la luz en esta zona. En el exterior podemos encontrar varias torres de vigilancia en bastante mal estado, además de varias cuevas más pequeñas de donde se extrajo roca, pero que por su situación elevada en la montaña y su escasa altura no fueron usadas como almacén.
Volviendo a la parte baja podemos acceder bajo un arco y por medio de un pequeño puente sobre el río a lo que fueron los cuarteles.
Hoy en día se encuentran prácticamente derruidos y en pésimo estado, aunque aún se puede acceder al segundo piso, en el que el tejado ha desaparecido dejando sólo el armazón, al igual que los muros que debieron separar las habitaciones.
Algunas estancias aún son reconocibles, como la del bar, en la que aún se conservan restos de la barra, o las cocinas, por sus azulejos y los restos de grasa en ellos.
En la parte superior hay otras cuevas producto de la extracción de roca, aunque en este casos han sido convertidas en establos para ovejas. Un curioso destino que probablemente no pasara por las cabezas de quienes tallaron estas enormes cavernas en la piedra.
En resumen, probablemente uno de los abandonos más curiosos que se pueden visitar. Tanto por el mismo lugar, como por sus funciones pasadas.
Localización: +42° 10' 18.31", -3° 38' 0.57". En Google Maps la resolución del área es bastante baja, aunque se puede adivinar las construcciones del cuartal.
Estado: La cueva principal parece bastante sólida y no vi desprendimientos. La segunda estaba en peor estado, y si no se anda con cuidado puede uno acabar con una torcedura de tobillo. El cuartel se encuentra en estado de ruina avanzada, aunque la mayoría de lo que podía caerse ya lo ha hecho, por lo que no da sensación de inseguridad, aunque conviene tener la precaución habitual en estos sitios.
Acceso: La zona está desclasificada como área militar, por lo que se puede acceder sin problemas. Todos los accesos se encuentran abiertos e incluso se puede dejar el coche en la puerta del polvorín principal.